lunes, 6 de diciembre de 2010

Verführung süße- Epílogo

Capítulo III.- El mejor regalo

Dos años habían transcurrido desde que había dado el gran paso. Y no pudo estar más satisfecho. Desde ese momento, su vida se había vuelto completamente perfecta para él.

Recuerda que cuando hizo su declaración, y fue correspondido, su felicidad fue tanta que se negó por completo a querer separarse de su amado, por lo que éste tomó la decisión de regresar a Inglaterra junto con todos sus aprendices, dando fin a la estadía del gran L en Japón.

Ya no iban a estar separados nunca más. Ahora lo tenía cerca para poder mimarlo, acurrucarse en él, escucharlo, besarlo y rozarlo.

Aunque claro, al principio le costó horrores poder vencer la vergüenza que lo invadía cada que deseaba hacer aunque fuera un pequeño contacto con su ídolo. Pero pudo superarlo con facilidad, sobre todo por el hecho de que él parecía tener más osadía en ese ámbito que el propio detective.

Y por supuesto, no faltaron los inconvenientes ajenos que juzgaban su relación. Algo que había irritado de sobremanera a Mello era el hecho de que Matt y Near, en cuanto se hubieron enterado de la situación por su suspicacia, comenzaron a recriminar que ahora habría favoritismo, y que por ende, él sería el nuevo sucesor de L, aunque no fuera el mejor. El inglés tuvo que explicarles a los chicos que eso nunca ocurriría, aplacándolos un poco.

Otra cosa que, si bien no era tan molesta, si lo ofendió un poco, y era el hecho de que Watari se atrevió a acusar a L de pedófilo en cuanto se hubo enterado de su noviazgo con él. Tuvo que ponerle las cosas bien claras a su protector, para hacerle entender de la mejor forma posible que, aunque la diferencia de edades diera mucho de qué hablar, lo que él sentía por el detective era real y sincero.

Así pasó el tiempo en la Wammy´s House, retornando a los viejos días en que L conversaba y jugaba por ratos con los chicos, matando el tiempo.

Hoy era treinta y uno de diciembre, y Mello tenía preparado algo muy especial para él y su pareja. Pero antes tenía que dar una explicación a éste por su bajo desempeño escolar en los últimos meses.

—Mello, ¿Qué sucede? Matt ahora también te está superando…

L revisaba un par de casos en la oficina de su gran habitación, mientras el rubio miraba hacia el suelo algo avergonzado, descansando en la silla que estaba frente al escritorio de caoba del detective.

—Lo siento… es que no he podido concentrarme muy bien últimamente…

El inglés despega la vista de los papeles, escrutando fijamente a Mihael.

— ¿Por qué? ¿Has tenido insomnio?

—N-no… no es por eso…

— ¿Hay algo en lo que no puedas dejar de pensar? ¿Algo que te preocupe?

Mello se remueve sutilmente en su lugar desviando un poco la mirada, pero esta acción es suficiente para el azabache, quien se lleva el pulgar a la boca sin cambiar de expresión. Luego de unos segundos, deja su dedo en paz para dar un sorbo a la taza de té que estaba su lado, antes de murmurar:

— ¿Ves que tenía razón cuando te dije que el enamoramiento provocaba que los adolescentes bajaran su rendimiento en los estudios? —Guarda unas carpetas en el cajón de junto, ignorando la mirada algo angustiada de su aprendiz—. No quiero que esto arruine tu futuro, Mello. Considero que es mejor que nosotros…

— ¡No! ¡Prometo esforzarme más, en serio!

— ¿No qué, Mello?

Un silencio incómodo se forma, especialmente porque el menor no se atrevía a expresar lo que había atravesado por su mente. Finalmente, decide abrir la boca para corregir cualquier malentendido.

—Ah, lo siento… es que… pensé que ibas a… —sentía ruborizarse por la ridiculez—«. Pensé que ibas a terminar conmigo»—. Qué estupideces surcaban por su mente.

—Iba a proponerte que estudiáramos un poco los fines de semana para que te normalizaras —el hombre mete nuevamente su pulgar en la boca—; pero ahora que lo pienso, tendrías un poco más de ventaja que el resto, así que es mejor que estudies tú solo.

Mihael da un suspiro de alivio, agradeciendo infinitamente que L aún mantuviera sus expectativas en él. Se acerca al detective para rodearle el cuello con ambos brazos y darle un roce de labios dulce y emotivo, siendo correspondido. Sin embargo, detiene el beso cuando se volvía más intenso, obteniendo una mirada estupefacta por parte de L.

— ¿Ocurre algo? —inquiere el azabache, al ver que el menor se limitaba a observarlo en silencio con una expresión dubitativa.

—No; simplemente me acordé de algo… —se quita de encima de L, dirigiéndose a la puerta—. Te veré en la noche para celebrar. No lo olvides, tenemos nuestra propia fiesta privada.

El inglés continúa con su trabajo, soltando una sonrisita divertida.

«Mello es tan impredecible.»

El rubio comienza a buscar a su mejor amigo, quien seguramente estaría adornando la Wammy junto con los otros hiperactivos chicos.

«Estúpido, ¿Dónde estás cuando te necesito?»

Finalmente lo halla en compañía de Linda, Near y otros chicos, que hacían (obligatoriamente) unas figuras con papel maché y diamantina.

— ¡Matt; diablos, no te pierdas así!... —observa al pelirrojo, que parecía de los más entretenido con su labor—. Necesito que me ayudes con algo…

—Sabes que siempre te ayudo; pero por el momento estoy ocupado…

El rubio lo toma del brazo, literalmente arrastrándole lejos de allí, mientras decía a los demás de forma cortante «pronto se los regreso». Una vez en la habitación del alemán, Matt se apoya en la cama de un brinco, con piernas y brazos cruzados, mostrando una expresión divertida y burlona.

— ¿Por qué siento que todo esto tiene que ver con L? —ante su frase, el otro se sonroja un poco, mirándolo con el ceño fruncido.

— ¡Eso que te importa! ¡Sólo necesito que me ayudes con esto! Es por año nuevo… —baja un poco la mirada, haciendo leves círculos con el pie izquierdo sobre el suelo—. Quiero hacerle... una sorpresa.

El pelirrojo lo mira algo incrédulo, pero rápidamente haya el lado morboso, colocando ambos brazos tras su espalda al tiempo que sonríe tenebrosamente.

—Mello… no sabía que fueras así…

— ¿D-de qué estás hablando?

—Olvídalo —hace un gesto de negación con la mano izquierda—; no te ayudaré a violar a L…

— ¡¿Qué?! —su cara enrojece violentamente, descontrolando su cuerpo y abalanzándose sobre su amigo. Ante esto el pelirrojo estalla en carcajadas, poniendo ambos manos como defensa para evitar que el rubio lo estrangulara— ¡¿Es que no tienes vergüenza?! ¡Diciendo cosas como esa en voz alta!

— ¡Pero no lo niegas! —Continúa entre risas, más que divertido por ver la expresión encolerizada y avergonzada del rubio—. Es eso, ¿Cierto?

— ¡Q-que no!

—Eres un… gran pervertido, Mello… —las fuerzas lo abandonan, obligado a arquearse por el dolor provocado en su abdomen ante tal graciosa situación.

— ¡Cállate! ¡¿Me ayudarás en lo que tengo que pedirte o no?!

— ¿Qué quieres que haga? —no puede evitar reír de nuevo, imaginando el favor.

—T-tan sólo necesito que mantengas a L fuera de su habitación desde las nueve hasta las once de la noche; es todo el tiempo que necesito. La fiesta de la Wammy comenzará a las siete y terminará a las once, pero es probable que quiera ir por momentos a su cuarto para relajarse o algo por el estilo. No tienes que perderlo de vista.

— ¡¿Once de la noche?! —Repite el otro, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Qué se supone que harás; meter un remolque?

— ¡¿Vas a ayudarme o no?!

—Lo haré, pero realmente no creo poder mantenerlo ocupado por tanto tiempo… Sabes que L es muy suspicaz con situaciones como esta. Y, si es necesario, sólo le diré que espere porque tú le estás preparando una…

— ¡Matt, idiota! —Sentía ganas de tomar cualquier objeto que estuviera a su alcance y estamparlo en la cara de su amigo— ¡El punto es que no lo sepa!

— ¡Está bien, está bien! No necesitas exaltarte así… —se tumba en la cama ajena, tratando de idear algún plan brillante—. Tendré que pedir ayuda… no creo que mi cabeza sea lo suficientemente buena como para poder distraerlo por tanto tiempo.

—Vamos, quizás no estés a su altura mentalmente, pero alguna de tus tonterías lo mantendrán entretenido… —se da cuenta de la mirada penetrante y algo sombría que Mail le había dirigido—. Ugh; lo siento, Matt… no quise llamarte idiota…

—No importa —el chico vuelve a su natural expresión—. Bueno, ahora el problema es otro…

Pasaron alrededor de tres horas, haciendo cosas innecesarias, jugando entre los propios compañeros, y haciendo toda clase de tonterías que alegraban la atmósfera del orfanato. Finalmente, en cuanto dan las siete de la noche, inicia la celebración que tanto ansiaban los miembros de la Wamy´s House. Los chicos, los profesores, Roger, Watari, y el mismo L se encontraban disfrutando de aquello. El ambiente era alegre y rebosante de hiperactividad, donde fácilmente podían perderse de las vistas ajenas. A las nueve en punto, Mello da la señal a su amigo, escabulléndose de la sala principal donde se encontraban para poder armar su plan. Matt ante esto, se apega discretamente al detective, que junto con los otros niños, le asediaban con preguntas de sus heroicos casos y otras cosas de interés. Una hora después, el hombre de cabello bruno nota que cierta persona no se encontraba rondando por allí, por lo que se dirige a Mail, que charlaba con Linda, pero sin apartarse mucho de él.

—Matt, ¿Sabes en dónde está Mello? Hace un rato que no lo veo por aquí.

— ¿Q-Qué cosa? Ahh… supongo que fue al baño, seguro que aparece dentro de un rato… —ríe torpemente, forzando a su cerebro a inventar mejores excusas durante el resto del tiempo que sobraba.

L lo mira de la misma forma en que viera a un sospechoso. Entrecierra un poco los ojos, nada convencido de aquella respuesta; pero decide hacerse el ignorante, prestando atención al resto de los chicos. En cuanto hubo pasado más tiempo, examina todo el lugar con la mirada, comprobando que su pareja no estaba por ningún lado. Ante esto realmente se preocupa, volviendo a dirigirse al pelirrojo.

—Matt —el mencionado tiene un pequeño sobresalto, sin estar completamente preparado para enfrentarse a su superior—; dudo mucho que Mello esté en el baño, y creo que tú sabes algo que yo no.

— ¿Y-yo? —Vuelve a soltar más risas nerviosas, rogando porque las once de la noche llegaran cual rayo—. ¿Cómo crees, L?... Te digo, en cualquier momento aparece…

—Iré a buscarlo —intenta abrirse paso entre los pequeños—. Quizás no se siente bien y está en su habitación…

— ¡No! —lo toma desesperadamente de la camiseta, pero pronto se da cuenta de que esta acción provoca una mirada confusa y fuerte por parte de L hacia él—. ¡Ahhh, lo siento, lo siento! ¡No quise decir… no quise decir que no fueras a buscarlo, pero…! —la risa comienza a invadirlo, aunque ya no por diversión, sino por desesperación.

— ¿Hay un motivo especial por el cual no debo buscarlo? —su lado deductivo comienza a hacerse presente, pero decide divertirse un poco más torturando al pobre chico, que parecía no encontrar salida a esa situación.

« ¡Diablos! ¿Qué hago, qué hago? Sólo me queda…» —sabía que era una tontería, pero decide que no habría mejor manera de hacer que L abandonara la estancia—. ¡Hey, chicos! —el resto de los inquilinos de la Wammy giran ante el llamado del pelirrojo— ¡A que no pueden derribar a L entre todos! —Tal parecía que los chicos podían palpar la situación en la que se encontraba el adicto a los videojuegos, por lo que acatan la divertida orden, acercándose de forma furtiva, con una mirada que puso algo nervioso al inglés—. ¡Vamos, no dejen que escape!

Como si estuvieran entrenados para aquello, todos se abalanzan cual jugadores de fútbol americano sobre el pobre detective, que en balde trataba de zafarse de aquel mar de cuerpos que le impedían siquiera moverse del piso.

— ¡Vamos, vamos! ¡No dejen que se levante! —Continuaba animando Matt, sintiendo los escalofríos correr por su espalda—. ¡Nosotros somos más fuertes que L!

Los demás gritaban en respuesta un enérgico « ¡Sí! », apilándose más contra su objetivo, que muy apenas podía respirar. El pelirrojo mira el reloj, que marcaba diez minutos para las once. Faltaba muy poco para que terminara la celebración, pero aún así deseaba fervientemente que todo acabara de una buena vez.

«Vamos, Mello. ¡Apresúrate! Que no es tan fácil engañar al mejor detective del mundo…»

Al escucharse el gran reloj que anunciaba cada que una hora transcurría, Roger impone el orden correspondiente, llamando la atención de los despiadados niños que se posicionaban sin piedad sobre el sofocado hombre.

—Vamos chicos; la fiesta ha terminado. Recuerden que ustedes deben dormir temprano —se escucha un quejido general—. Vamos, por esta vez pueden retirarse así, la habitación la limpiaremos los profesores y yo. Dejen a L respirar… —inspecciona al azabache, que yacía en un estado lamentable—. ¿Estás bien, L?

—Eso creo… —responde con dificultad, sintiéndose de la misma forma que una persona saliendo de un tren arrasado de masa humana.

En cuanto la mayoría se fue retirando, Mail siente cómo una mano se posiciona suave pero firme sobre su hombro. Gira lentamente la cabeza, temiendo ver el rostro de la persona que yacía detrás. Más sin embargo, comprueba que es precisamente él. Un L más desgreñado de lo normal, cuyas ojeras hacían aún más atemorizante su expresión, lo miraba sin parpadear siquiera.

—Esto… ¿S-se te ofrece algo, L? —temía presenciar por primera vez la furia del detective cayendo sobre él.

—Matt, lo hiciste a propósito… —su voz sonaba tan lúgubre, que el adicto a los videojuegos sintió estar frente al mismísimo demonio.

— ¿Y-yo? ¿Hacer a propósito qué?

—Agradece que estoy demasiado cansado como para regañarte… y también agradece que es una fecha festiva. Tan sólo retírate, que debes dormir ya.

—S-seguro, L…

El pálido y exhausto detective camina con pesadez hasta su gran habitación, arrastrando los pies como si tuviera dos yunques atados a estos. Abre la puerta con violencia, sorprendiéndose un poco al encontrar una pequeña tarjeta en el piso. Con lentitud la recoge y la lee cuidadosamente.

Ve directamente al baño y date una ducha. Ponte el pijama que está allí y espérame en tu dormitorio. Estaré ahí en poco tiempo para nuestra fiesta especial.

L curva sus labios en una media sonrisa. Seguramente Matt sabía de todo esto. Decide hacer exactamente lo que su novio le había pedido; por alguna razón se sentía divertido con las condiciones, como al participar en un juego de “Simón dice”. Se da un corto baño, quitándose la molesta sensación de haber sido prácticamente aplastado por Dios sabrá cuántos kilos. Usa la ropa elegida, y entra con parsimonia a la alcoba. Pero lo que contempla lo deja boquiabierto. Su cama estaba alfombrada con pétalos de rosa color carmín; velas iluminaban la estancia de forma elegante y romántica, inciensos aromatizaban el aire con un perfume delicioso y embriagador. En la pequeña mesa que había junto a la cama se encontraba una botella de vino tinto Pomino, junto con dos copas esperando ser llenadas por el exquisito líquido. Sobre el acolchonado descansaba una bandeja de plata con un gran pastel que esperaba ser devorado, incitándolo con sus tentadoras fresas sobre la superficie. Se acerca hasta él, dispuesto a darle una pequeña probada con su dedo índice, pero una última nota sobre el postre llama su atención, deteniéndose para leer su contenido. No puede evitar reír cuando lee las líneas escritas.

Te he pillado. Eres tan goloso que sabía que no te resistirías a acercarte al pastel. Estoy atrás de ti.

L reprime un sobresalto al sentir unos brazos apresando su cuerpo. Había estado tan asombrado ante la decoración que no tuvo tiempo de checar si Mello se hallaba oculto en alguna parte. Se gira para poder frotar la cabeza de éste; más sin embargo al voltear, sus ojos se ensanchan como pocas veces lo hacían, sintiendo un extraño hormigueo en el estómago. El rubio portaba una camiseta sin mangas de cuero muy pegada al cuerpo, dejándole apreciar su moldeada figura. Sus pantalones no envidiaban en nada la prenda superior; eran también de cuero negro, completamente entallados. Unos guantes del mismo color de la ropa que portaba cubrían parte de las manos del alemán. El crucifijo colgaba del cuello de Mello, dándole un extraño estilo fetiche. El detective intenta articular palabra, pero extrañamente se encontraba mudo; era incapaz de apartar su vista del cuerpo ajeno, que no paraba de apegarse al suyo. Mihael suelta una risita, satisfecho del resultado.

—Entonces… ¿qué te parece? —rodea con sus brazos el cuello del azabache, que aún no lograba reaccionar del todo.

—Si querías sorprenderme, definitivamente lo hiciste… —finalmente logra esbozar una sonrisa, que no era para nada tierna o inocente.

—Eso quería —acerca sus labios a los otros, que se mantenían esperando con cierta ansiedad—. Y prometo que no te decepcionaré… —aumentando la tortura, decide no besar al pelinegro, quien queda un poco decepcionado—. Vamos, hay un gran pastel esperándote.

Lo guía hasta el ansiado postre, que esperaba por ser engullido. Después de servir el vino tinto, ambos comienzan a comer. Aunque Mello probaba pequeños, muy pequeños bocados, dejándole casi todo al inglés.

— ¿Por qué no comes pastel? —inquiere L curioso, llevándose otra cucharada a la boca.

—Porque sé que te gusta…. —responde con simpleza, dando un sorbo a su bebida, mientras observaba todas las reacciones del mayor cual felino acechante.

— ¿Sabes? El pastel tiene un sabor extraño… —observa la cuchara llena de tarta, examinándola—. Además tiene un olor algo fuerte.

— ¿En serio? —Mira hacia la cama, ocultando brevemente el rostro con su cabello dorado—. Qué raro...

Mello sabía perfectamente que ese pastel tenía whisky. Y no es que estuviera haciendo nada malo al hacer que el detective se emborrachara un poco más que él, tan sólo quería jugar un rato. Todo era parte de la sorpresa. Cuando hubieron terminado el postre y el vino, el alemán pudo apreciar que L tenía las mejillas un poco sonrosadas. No puede evitar sonreír por aquello. Todo estaba resultando a la perfección. Quita la bandeja de la cama, dejándola sobre la mesa de junto. Observa el reloj de pared, complacido.

—Vaya, ya falta tan poco para las doce… —el rubio se acerca hasta su novio, volviéndolo a rodear con aquellas traviesas extremidades—. ¿Qué más nos falta por hacer?... —vuelve a acercar su boca hacia la del mayor; pero en cuando el otro intenta besarlo Mello se aleja un poco, sonriendo maliciosamente—. L está tan desesperado… qué lindo.

—Deja de jugar, Mello… —intenta besarlo de nuevo, pero el rubio vuelve a escapar, retrocediendo su cabeza un poco—. ¿Cuánto tiempo pretendes seguir provocándome?

—Lo suficiente como para que lo desees con todas tus fuerzas…

Y justo al terminar esa oración, L se abalanza sobre el menor, buscando desesperadamente aquellos escurridizos labios. Mello le corresponde con la misma vivacidad, tomando la pijama del detective con fuerza, mientras chocaba sus caderas contra las contrarias. Preparado ya mentalmente, comienza a pasear sus manos bajo la camiseta holgada del inglés, quien se percató de ello. Pero para sorpresa de Mihael, L lo derriba sobre el colchón, quedando abajo.

—Intentabas emborracharme con el pastel al punto de que fuera el pasivo, ¿verdad? —El de cabello bruno lo mira lujuriosamente, ensanchando su sonrisa al ver que el rubio se sonrojaba irremediablemente.

—N-no… bueno, no exactamente…

—Déjame decirte algo, querido Mello… —acerca la comisura de sus labios al oído del nervioso alemán—. Al haberme dado alcohol, sólo has hecho desaparecer mi faceta reservada…

Y sintiendo un escalofrío nunca antes imaginado, Mello queda abandonado a merced de L, quien comienza prácticamente a devorarlo. El rubio sólo logra estremecerse ante aquellas magistrales caricias que le eran propinadas. Intentaba hacer algunos movimientos, pero era rápidamente superado por su ídolo.

«Maldición, ¡Se suponía que yo sería quien tomara el control!...» antes de que pudiera terminar su pensamiento, un voraz beso es robado de sus labios, dejando su mente en blanco. Aquel húmedo contacto le sabía a gloria, deseando profundizar más la unión. Es entonces cuando siente las manos del mayor acariciando su abdomen, mientras su ajustada camiseta comenzaba a ser abierta. Su cuerpo comienza a retorcerse, sintiendo descargas eléctricas recorrer todos sus músculos. Luego aquella boca que hacía maravillas con la suya comienza a bajar por su cuello, robándole sus primeros suspiros de placer.

—L… L-sama… —la excitación era tal que no pudo evitar volver al típico “sama”.

— ¿Quieres que pare? —pregunta el otro, mordaz.

— ¡No! —Se molesta con rapidez al darse cuenta de que había caído en el truco del mayor, dejando ver cuánto lo deseaba—. S-sólo continúa….

El detective sonríe, volviendo a su labor. Mello se apegaba más a su amante, profundizando aquellos apasionados besos, mientras nuevos suspiros escapaban de él al sentir cómo lenta y tortuosamente sus ropas desaparecían, quedando sólo el contacto entre ambas pieles ardientes.

—La cara de Mello es tan linda cuando se sonroja —ronronea el hombre de las ojeras, besando aquellas mejillas incandescentes.

El otro no responde a aquella provocación, limitándose a cerrar los párpados con fuerza mientras su rostro recibía aquellas ofrendas corporales. Luego de excitantes roces y contactos más febriles, comienza a aumentar el nivel de la intimación, haciéndolo alucinar de gozo. El ambiente se torna más fogoso, mientras ambos deseaban probar más de la piel contraria. L comienza a recorrer con su boca el cuerpo del otro, haciendo que Mello se revolviera en el colchón.

—Ah… L… —sentía que en cualquier momento estallaría de placer.

—Esto es lo que querías, y yo estoy cumpliendo con darte tu obsequio…

Tras eternos minutos en los que el joven Keehl se preguntaba si estaría en el cielo, escucha un susurro proveniente de la garganta ajena, preguntando « ¿Estás listo?», y sin siquiera haber respondido, soltó un grito al sentir la invasión en su cuerpo. Realmente L no tenía mucho tacto en aquel ámbito, y sólo podía lamentarlo. Las lágrimas comienzan a formarse en los ojos del menor, quien sentía como si le hubiesen partido en dos, quejándose y sollozando un poco. Después de todo, era su primera vez.

—Tranquilízate… —musita el mayor, posando sus grandes orbes sobre las pupilas color índigo—. Sólo aguanta.

Pronto sus lamentos fueron reemplazados por exhalaciones irregulares, y segundos después, por gemidos que se hacían cada vez más fuertes, abriendo paso al momento que tanto esperaba el alemán: el clímax. Mihael sentía incendiarse desde el interior, entremezclando las oleadas de dolor y placer que le producían las embestidas de su apasionado novio. Cuando sintió el punto culminante a flor de piel, se aferra a la espalda del mayor con dependencia, como si temiera que éste lo abandonara en cualquier momento. El desenlace llega, liberando ambos su esencia entre un espasmo de máxima satisfacción, así como las fuerzas los abandonaban impetuosamente, quedando rendidos en el inmenso catre, escuchándose solamente sus respiraciones agitadas y sus latidos acelerados.

—Feliz año nuevo, Mello… —susurra el detective en el fino oído del alemán, estrechándolo con aquella ternura que había guardado para el final. Con la poca energía que le sobraba, envuelve a ambos entre las sábanas para brindarle la calidez que necesitaba.

—Feliz año nuevo, L… —sus últimas energías se agotan, acurrucándose entre los brazos de su amante mientras el sueño irrumpía su cuerpo con violencia. Más sin embargo alcanza a susurrar una última frase: —. Te amo…

—Y yo a ti…

Y aquellas dulces palabras son el único sonido que permanece flotando en el aire, mientras ambos se entregan al placentero descanso, apegados tanto en cuerpo como en alma.

Sólo al día siguiente, Mello tuvo que maldecir que ni siquiera podía sentarse bien, ganándose las burlonas y estrepitosas carcajadas de Matt.

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