sábado, 30 de octubre de 2010

Verführung süße parte II


Capítulo II.- Una acción vale más que mil palabras.

::*::

Los invitados especiales habían llegado finalmente, mostrando su alegría por poder encontrarse con su mentor. Mello no tardó en colgarse casi al instante del cuello del detective, quien ni siquiera tuvo el reflejo suficiente para poder atraparlo, cayendo inevitablemente de espaldas al suelo, junto con su aprendiz.

El resto de los presentes voltearon para ver a los recién llegados, ya que eran un tanto extraños, según ellos. Además que el repentino golpe en el suelo por parte del famoso detective no tardó en llamar su atención. Sobre todo la de Light, quien quedó algo sorprendido por el hecho de que un extraño muchachito mostrara ese cariño tan “confianzudo” con el azabache. ¿Es que acaso el excéntrico L si tenía vida social?

Los otros dos chicos se limitaron a ver la escena, sabiendo que era mejor quedarse en su sitio. El albino miraba fijamente a su compañero rubio, enrollando un mechón de su cabello entre su dedo índice derecho; el pelirrojo soltó un suspiro de aburrimiento, mientras cruzaba ambos brazos por su espalda. Era la reacción que ambos sabían que Mello tendría al ver a su ídolo, y era algo divertido ver al chico más rudo de la Wammy corriendo feliz y como un niño de cinco años hacia alguien.

Mihael se mantenía aferrado al pelinegro. Sabía que probablemente estaba creando una situación embarazosa, pero sus impulsos eran demasiado fuertes como para poder domarlos. Y realmente su alegría era tanta, que fue imposible evitar que se desbordara en cuanto vio a L.

—Te extrañé mucho, L… —murmura con cierto temblor en su voz, resultado de la enorme pena que comenzaba a sentir al saber que en algún momento tendría que separarse y ver a su detective, quien le reprocharía aquella efusividad tan “inapropiada”.

Para su sorpresa, aquello no ocurrió; Mello siente como los brazos del inglés lo toman cuidadosamente, para poder hablarle.

—Yo también Mello. A todos los eché de menos —se incorpora con lentitud, para poder apreciar el rostro de su muchachito. Mello tenía las mejillas impregnadas de un rubor color rosa claro, con una sonrisa de par en par en sus labios. En cuanto L se pone de pie, ayuda a incorporar a su aprendiz.

—Te extrañamos, L. Nos alegra mucho verte.

Esta vez había sido Near quien había pronunciado palabra, mostrando sentimiento en su voz, cosa que hacía rara vez con alguien. L sonríe cálidamente, mientras se acerca a los otros dos para revolverles un poco los cabellos, mientras les daba un pequeño abrazo, dada la necesidad que tenía de presentarlos a los demás. Se gira hacia el resto de los investigadores, con una delgada curvatura dibujada en sus labios.

—Escuchen. Quiero presentarles a mis aprendices. Ellos son mis futuros sucesores, y tomarán mi puesto el día que yo muera —su voz era firme; orgullosa. Extiende su mano para presentar al pelirrojo, quien había apagado rápidamente su videojuego portátil—. Él es Matt —después, prosigue con el rubio en el que casi todos habían puesto su primera atención por lo ocurrido hace unos momentos—, él es Mello —por último, señala al pequeño blanquito, que observaba penetrante a todos los que intentaran aguantar su mirada—, y él es Near. Han venido a pasar unos cuantos días conmigo, así que espero acepten su presencia.

Después de unos breves momentos, el detective da cierre a la presentación.

—Pueden continuar con la fiesta.

— ¡Pero qué lindos son! —la modelo como siempre, había sido la primera en mostrar su entusiasmo, soltando un pequeño grito al ver a aquellos niños tan “monos”.

Se acerca rápidamente hasta ellos, ignorando la cara algo confundida del inglés. Pellizca de los cachetes a cada uno, ganándose un quejido general por su parte, exceptuando a Near, quien se limita a frotar con suavidad su mejilla, algo roja por la fuerza con la que había sido apretada.

El detective se gira para ver a los tres pre-adolescentes, quienes lo miran con su acostumbrada admiración y respeto.

—Acompáñenme, los guiaré a su habitación.

Y dicho esto, los genios siguen a su mentor, pasando por alto a las demás personas. Los demás retornan el ambiente, restándole importancia. Light sin embargo, continúa escrutándolos, especialmente al rubio que había osado invadir de esa forma el espacio personal de L, según su criterio.

«Conque sus sucesores, ¿no?» suelta un pequeño gruñido nasal, ocultando su evidente molestia tomando una copa de vino «. Así que el tonto de Ryuzaki está diciendo que esos chiquillos son mucho mejores que yo. Ja; será estúpido. Además, esos tres no podrían reemplazar a L ni aunque trabajaran juntos.» devuelve la copa a la mesa de al lado, mientras tomaba la botella del líquido rojizo para volver a llenar su vaso «. ¡Ni siquiera tienen la apariencia de tener un IQ superior a 90! Especialmente ese tal “Mello”. Si no fuera porque Ryuzaki se refirió a él como un varón, hubiera jurado que era una chica…» separa la copa unos centímetros de sus labios, meditando algo al recordar la efusividad con la que había tratado al detective «. Una chica que corre hacia su amor secreto…» apenas esas palabras surcan su mente, sacude violentamente su cabeza, como si hubiera querido que se le rompiera la vértebra cervical «. ¿Qué estupideces estoy pensando? Es obvio que realmente estoy emborrachándome, o no estaría siquiera suponiendo semejantes tonterías. Tan sólo… tan sólo son niños… niños que le tienen cariño a L. Y Mello sólo le tiene mucho cariño a L. Eso es todo.»

Mientras, los chicos se dirigen a las escaleras para subir a la planta alta, llevando sus pequeñas pertenencias consigo. Finalmente, después de recorrer un largo pasillo donde había varias puertas idénticas, llegan al dormitorio donde permanecerían. Una habitación muy amplia, con tres camas lo suficientemente grandes como para que el trío cupiera solamente en una. Había muy buen amueblado, y un cómodo piso donde poder construir grandes torres de naipes, para deleite de Near. En una pequeña mesa había varios botes de cristal con caramelos y chocolates. En una esquina, se encontraba un baúl abierto que parecía tener juguetes como robots y otros muñecos. Tras ingresar con entusiasmo, ponen sus mochilas donde dormirían. El detective se asegura de que hubieran visto todo, para poder hablarles sin interrumpir nada.

—Si lo desean, pueden bajar conmigo para no aburrirse aquí; pero si se sienten cansados por el viaje, pueden dormir. Como ustedes prefieran.

— ¡Nosotros iremos contigo! —no hacía falta que Matt terminara de hablar; Mello ya había terminado la frase por él.

—Yo quiero quedarme aquí, L. Quisiera un poco de silencio.

Tampoco hacía falta decir que quien había dicho esto era Near. El pelinegro simplemente corroboró su decisión, llevándose consigo a los otros dos jóvenes, antes de decirle al albino de forma suave y con una sonrisa, «diviértete.» En cuanto se cierra la puerta, el pequeño niño pálido se dirige con emoción infantil hacia el gran baúl, examinando su contenido. Como lo esperaba, todos los juguetes que a él le encantaban se encontraban allí. Comienza a extraerlos, mientras saca varios paquetes de cartas que ya traía consigo, para comenzar a armar una pirámide que tuviera a algunos muñecos dentro de esta. Se pone en su típica posición, mientras se divierte en calma y silencio.

Los dos amigos van con su maestro de vuelta hacia el alegre convivio que parecía estar en su mejor punto. En cuanto llegan, Misa comienza a acecharlos de nuevo, atormentándolos con montones de preguntas que tendrían que abstenerse a contestar, o de plano, mentir, para no ser tan descorteces. Al menos, ese fue el caso de Matt, quien se quedó conversando animada y relajadamente con la rubia. Después hablaría con L, pero primero quería disfrutar un rato de la fiesta. Mello, sin embargo, se dirige junto con L hacia donde éste iba. Y eso era al lado de Light, quien seguía llenando su copa con más y más vino, aún sin caer bajo sus efectos.

— ¿Quieres un chocolate, Mello? —pregunta el mayor, mirando atentamente al adolescente.

— ¡Aquí tengo uno! —Saca felizmente una barra del bolsillo de su pantalón, mientras se sienta al lado de L en el sofá donde se encontraba el castaño— ¿Quieres un poco, L?

—Claro —toma un pedazo de la fina barra, degustándola con placer. Voltea a ver a Light, quien se limitaba a observar la escena que ambos tenían—. Mello —el aludido ve a su ídolo rápidamente—, quiero presentarte a Yagami Light. Es quien me ayudó de forma más activa con la investigación de Kira, y es uno de las personas más listas con las que he trabajado. —omitió el hecho de que sospechó de él por ser Kira, pues conocía al rubio, y sabía que ese solo comentario bastaría para que tratara con desdén y odio a Light.

—Mucho gusto, Mello —el joven Yagami extiende su mano para saludar cordialmente, como el caballero que era —. Es un placer poder conocer a uno de los sucesores del gran detective L.

—Igualmente, Yagami. —el chico estrecha la mano contraria, sin interesarle realmente. Y esto no pasó desapercibido por Light, quien no puedo evitar reprimir una pequeña mueca de desagrado.

—Ryuzaki, definitivamente fue una idea magnífica que permitieras esta fiesta —el castaño se acerca más al pálido detective, mientras observa cómo el chico rubio comienza a molestarse por esta acción—. Me alegra poder estar conviviendo de forma normal contigo, sin presiones por la investigación, o cosas por el estilo…

—Qué bien que Light-kun esté disfrutando esto —responde el detective, ignorando inocentemente la cercanía que tenía con su amigo—, es la manera que tengo de recompensar todas las veces que te mantuve trabajando excesivamente.

—Al contrario —el universitario quería comprobar algo. Sabía que probablemente quedaría mal con L, pero le importaba un bledo. Lo único que quería era ver si sus suposiciones eran correctas—, me ha encantado trabajar contigo… —comienza a tomar la barbilla del pelinegro, sobresaltándolo, pero súbitamente alguien aparta su agarre de un manotazo.

—No te acerques así a L, ¿entiendes? —espeta el rubio con un deje de odio; odio nada disimulado, para su mala suerte.

Light tuerce la boca; definitivamente aquel chiquillo era tan predecible... No se había equivocado en su deducción. Y aquello, por alguna razón, hacía que odiara al adolescente. Baja lentamente su mano, fingiendo que no había ocurrido absolutamente nada, mientras se limita a tomar su copa de vino, de nuevo.

L por su parte, se gira casi al instante, para poder ver de manera estupefacta y confundida a su aprendiz. No entendía por qué su actitud, y mucho menos aquella súbita molestia.

—Mello, ¿por qué trataste así a Light-kun?

— ¡E-estaba propasándose contigo, L! ¿Cómo querías que me quedara de brazos cruzados?

— ¿Y a ti que importa que haga eso, eh? —pregunta Light, mirándolo con el ceño fruncido. Realmente ni siquiera sabía si estaba fingiendo molestia o era verdad.

Mihael tenía la frente arrugada, con un rubor notorio en sus mejillas. Mantenía la mirada hacia el suelo; la excusa perfecta para no tener que ver tanto al “idiota” como a su ídolo. El fleco ocultaba su expresión, cosa que él agradeció al cielo. Estaba furioso, y al mismo tiempo, muy avergonzado. Sabía que L en cualquier momento le preguntaría a qué había ido eso, y entonces él no tendría más opción que decir lo que tanto temía, pero que al mismo tiempo deseaba sacar de una vez por todas.

«Maldita sea. Me ha provocado» mira de reojo al castaño, que mantenía una expresión extraña en el rostro. No la podía definir. Aprieta los puños, aprovechando que ya había metido sus manos en los bolsillos de su pantalón «. Estoy seguro que sólo lo hizo con la intención de hacer que mis impulsos salieran a flote… desgraciado.»

— ¡Light-kun, ven un momento!

La cantante pop japonesa era quien llamaba a su “novio”, con su aguda voz. Light observa que la rubia le hacía señas, mientras aún tenía al adolescente pelirrojo a su lado, entreteniéndose con aquél videojuego del que parecía no se despegaba nunca. Se levanta de su asiento, dirigiéndose hacia la chica, para poder saber cuál era el escándalo.

— ¿Cuál es el problema, Misa? —pregunta con la voz claramente cansada.

— ¡Light-kun, muéstrale a Misa-Misa que eres más inteligente que éste niño! ¡Él me dijo que tú eras un tonto a comparación suya!

—Yo no dije eso en ningún momento —responde Matt con toda la tranquilidad del mundo, sin despegar su vista del Nintendo DS—; simplemente dije que era más listo que la mayoría de los niños y que ciertas personas de edad superior a la mía.

— ¡Pero Misa-Misa sabe que también te referías a Light-kun!

—Eso no es verdad. Nunca lo insulté. El que quieras meterme indirectamente en un duelo con tu novio para hacerme ver que él es más listo que yo, es otra cosa.

— ¡E-eso no es cierto! ¡Misa-Misa nunca pensaría en hacer algo así! —un intenso sonrojo se hace presente en sus mejillas, por haberse visto pillada en un intento para alardear a su adorado castaño.

Los dos continúan discutiendo, siendo escuchados por Light, quien estaba visiblemente harto de aquellas niñerías por parte de una mujer como Misa. Aquel pelirrojo parecía ser incluso mucho mayor que ella en su forma de actuar, ya que ignoraba por completo a la rubia, sumiéndose en su partida virtual.

Mello y L seguían charlando. El detective le contaba cómo es que había dado fin al caso Kira, siendo escuchado atentamente por el alemán. Sin embargo, después de media hora, el joven Keehl termina por distraerse completamente. Observaba el lugar, a los invitados, y el ambiente. Todos parecían estar en su propio mundo. Nadie los estaba observando. Ni siquiera el molesto Light Yagami; éste se encontraba discutiendo con su amigo Matt por cosas que le importaban un cuerno.

«Ahora… Es ahora.»

Un escalofrío le recorre toda la espalda al pensar aquellas tres míseras palabras. Estaba comenzando a sudar. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente dentro de su pantalón; sentía la boca de su estómago contraerse, provocándole unas extrañas ganas de vomitar.

« ¡No seas imbécil!» se dice Mihael mentalmente, intentando darse valor «. Dijiste que no te acobardarías; ¡aquí es donde demuestras ser un hombre!»

¿A quién estaba engañando? ¡Los nervios estaban carcomiéndolo!

Súbitamente pone su mano derecha en su boca, intentando contener las inevitables arcadas que le venían al sólo pensar lo que estaba a punto de hacer. Intenta respirar profundo, pero sentía que incluso el aire se tornaba asfixiante y nauseabundo. Se sentía patético.

«No puedo hacerlo. Simplemente no puedo. Si lo hago, y no sale como quiero, estaría condenándome a mí mismo al abismo. ¡Nunca podría verlo a la cara de nuevo!»

— ¿Te sientes mal, Mello?

Mihael levanta la vista, mientras retira la mano de su cara, topándose con los ojos azabaches de su mentor. Aquellos ojos lo observaban con preocupación, y a la vez, ternura. Súbitamente enrojece, maldiciéndose hacia sus adentros por dejarse llevar tan rápido por las emociones. Entonces, lo decide. Se levanta del sofá, elevando la vista para poder divisar las escaleras que daban al segundo piso.

—L… ¿Podrías acompañarme a un sitio más tranquilo? No me siento muy bien…

—De acuerdo; tan sólo le avisaré a Watari para que busque algunos medicamentos…

—No; así está bien. —responde casi al instante, y de forma algo torpe.

El pelinegro decide ignorar esto, mientras lo guía hasta el cuarto que compartía antes con Light. Sabía que Mello no querría estar con Near en ese estado, y no encontraba un cuarto mejor. Se dirigen escaleras arriba, siendo observados disimuladamente por cierto castaño, quien aún estaba algo enfadado por el hecho de que L prefiriera defender a Mello antes que a él.

« ¿Por qué estoy así de molesto?» piensa algo confundido «. Yo… yo no tengo ningún motivo por el cual estar así, ¿cierto?...» regresa su vista hacia Misa y el joven conocido como Matt, quienes seguían ensimismados en su propia “discusión”. Las ganas de ir a subir para poder saber qué hacían ambos estaban invadiendo su cuerpo de forma abrasadora «. ¡Maldita sea! Yo no soy así… Dejaré que L se divierta con su amigo, o sucesor… a solas…»

Toma un vaso de champagne, intentando ignorar la situación que parecía irritarlo más de lo que podía aceptar.

L y Mello finalmente habían llegado a la habitación del detective. Ingresan con normalidad, cerrando la puerta para que el ruido que pudiera filtrarse quedase del otro lado de la pared. Acto seguido, L toma al adolescente de los hombros, sentándolo en la cama. Coloca el dorso de su mano en la frente del menor, comprobando su temperatura.

—Iré por alguna pastilla para que se te baje la fiebre —comienza a retirarse—. Parecías tener náuseas también, ¿verdad?...— pero súbitamente, la mano del más joven toma con fuerza la del detective, para impedirle que se alejara más de él.

—Por favor espera, L… —su voz sonaba suave y pasiva, ocultando nuevamente su expresión con el flequillo—. Tengo… tengo algo que decirte…

L lo observa por unos breves instantes, antes de sentarse al lado suyo en la cama, esperando a que su aprendiz hablara nuevamente. Mello respira profundamente, sintiendo cómo todas las palabras que había organizado perfectamente comenzaban a revolverse en su cabeza.

—Te escucho, Mello. —dice el pelinegro, como queriendo ayudar al adolescente para que hablara.

Un pequeño y tenso silencio se forma, antes de que el rubio finalmente comenzara a pronunciar palabra.

—L… yo… no tienes idea de lo mucho que te extrañé… —mueve sus manos con nerviosismo, con el peso de tener a su ídolo cerca—. Y, ahora que te tengo aquí, frente a mí… me di cuenta de que… no quiero volver a alejarme de ti…

—Mello, ¿Eso era? —Responde el inglés sonriendo, acercándose más a su aprendiz, para poder frotarle su dorada melena—. No tienes que ponerte así, sabes que…

—No; no quiero volver a separarme de ti. Nunca; nunca más —el rubio comienza a cercarse aún más al detective, quien comenzaba a confundirse por el rumbo que parecía tener la situación—. Durante el tiempo que no te vi, supe que… tú eras lo que más quería en todo el mundo… —sus mejillas se colorean inevitablemente, desesperándose al sentir que estaba hablando como un estúpido—. No quería ser tu sucesor sólo para ser mejor que Near… quería que tú me vieras como alguien especial, c-como… ¡Maldita sea!

Finalmente, los nervios lo traicionan, actuando impulsivamente. Se abalanza sobre el de cabello azabache, capturando sus labios de forma salvaje y ansiosa. El sorpresivo acto hace que el detective caiga de espaldas contra el suave acolchonado, haciendo que Mello tomara aún más el control sobre su confundido ídolo. Comienza a mordisquear la comisura de los labios ajenos, haciendo que el inglés gimiera un poco por tal rudeza. El rubio aprovecha rápidamente para ahondar más el beso, apoderándose de la lengua del detective, para jugar con ella a su antojo. Comienza a acariciar el rostro y los oscuros cabellos de su amor platónico de la forma más sensual posible, intentando obligar a L a que cayera en la tentación junto con él.

L por su parte, estaba más que anonadado ante aquello. Siempre supo que su aprendiz era extremadamente impredecible, por lo que era imposible adivinar sus acciones. Aún así, esperaba cualquier otra cosa por parte de Mello. Cualquier cosa, excepto eso. Simplemente no terminaba de creer lo que estaba sucediendo en esos segundos. Todo parecía tan irreal, que ni siquiera podía ordenar a su cuerpo detener aquella intromisión a su espacio personal. Estaba casi paralizado, quedando a merced del rubio, que se estaba abriendo paso de cualquier forma posible…

« ¿Dónde está L?»

Light se había dado de que ya habían pasado varios minutos desde que el detective y el molesto “diablillo” se habían ido. Decide ir con Watari, que estaba leyendo un pequeño libro a pesar de toda la bulla. Después de que el anciano le sugiriera buscarlos en la habitación de L, Light decide ir también. El por qué lo hacía, no lo sabía; pero de algo estaba seguro: Por alguna razón su cuerpo se encontraba tenso de que algo estuviera pasando allá arriba.

«Es la vida de Ryuzaki. El puede hacer lo que quiera… Total, no es mi problema… ¿Cierto?»

Light sabía que se estaba engañando de forma casi ridícula. Sentía que todo dentro de él se retorcía tan sólo de pensar que L y Mello estuvieran arriba por una razón más “privada”. Y lo llenaba de cólera. Continúa su trayecto hacia el piso superior, silenciando más sus pasos a medida que se acercaba más a aquel sitio.

—Mello, d-detente…

Los intentos de L por parar a su aprendiz eran casi inútiles. La fuerza física no era el problema, fácilmente podría zafarse de un empujón; lo que le causaba inquietud era la reacción que tendría Mello al tratar de apartarlo.

—No; me gustas, L. Me gustas… —vuelve a unir sus labios desesperadamente con los del azabache; su mente se encontraba tan nublada que ni siquiera podía pensar en otra cosa más que sentir el cuerpo y los suaves labios de su detective contra los suyos.

Sin embargo, el inglés finalmente hace acopio de todas sus fuerzas para poder detener aquel mar de emociones que el otro le estaba brindando. Lo mira a los ojos; estupefacto, confundido. Y sabía perfectamente que encontraría esa expresión en el rostro del alemán: un rostro terriblemente sonrojado, con el cabello desordenado, y con la respiración agitada.

Mello observaba como una piedra a su ídolo. Su boca se encontraba entre abierta, intentando articular palabra; mas sin embargo ningún sonido podía salir de su ahogada garganta. La vergüenza comenzaba apoderarse de él, tomando la forma de una corriente eléctrica recorriéndole la columna vertebral.

«Mierda…» observa la expresión de L, encontrándose con una cara que podía expresar todo, menos deseo «. Sabía que resultaría así…» agacha su cabeza considerablemente, mirando las desordenadas sábanas. Sus ojos comenzaron a mostrarse afligidos, cuando siente cómo la pálida mano del detective le levanta la barbilla, obligándolo a verlo.

—L... —era lo único que podía articular, al tener frente a sus opalinos ojos aquellas penetrantes pupilas oscuras.

—Sé que me admiras más que a nadie —dice L por primera vez, rompiendo aquel hipnótico contacto. Su voz era neutra, como siempre—; pero debes entender que estás confundiendo tus sentimientos. La idolatría suele ser confundida con el amor, y eso es precisamente lo que te está…

— ¡Que no; carajo! —interrumpe de golpe el rubio, quitando groseramente aquellos dedos que sostenían su rostro— ¡Yo sé lo que siento! ¡No soy estúpido como para confundir dos cosas que son totalmente distintas!

Esta vez era el turno del detective para quedar boqui abierto. Podía ver claramente que el adolescente no mentía. Pero todo era tan… ilógico. Irracional. ¿Un chico de quince años enamorándose de un adulto? Primeramente, el hecho de que alguien estuviera enfrente de él diciéndole que lo amaba era algo insólito. Pero por otro lado, era también un halago, y una gran alegría; ya que a pesar de todos sus defectos, manías y su manera de ser tan fría, alguien le estaba confesando que lo quería por cómo era. Y eso le hacía apreciar a Mello. Eso le hacía quererlo.

—Sé que todo esto fue un error. Lo sabía… —la voz del alemán había vuelto a resonar, transformándose en un susurro al decir aquella última frase—. Aún así, mantenía la pequeña esperanza de que… de que pudieras quererme como algo más que tu simple aprendiz… —pareció quebrarse ante la decepción que comenzaba a embargarlo. Aprieta con sus manos la sábana que estaba debajo de él—. Pero no me hirió el hecho de que no sintieras lo mismo por mí. ¡Fue que siempre haces lo mismo! ¡Evades tu negación hacia algo con argumentos sin sentido! —lo mira de forma claramente resentida, sin tener idea de lo que pasaba por la cabeza del azabache, quien se limitaba a mirarlo atentamente— ¡¿Por qué no puedes simplemente rechazarme con un “no”?! ¡Vamos, eres L, ¿No?! ¡Sé que no te correspondo, pero al menos ten el valor de decirlo!...

El resto de sus acusaciones quedan sepultadas, al verse silenciado por los labios del pelinegro, provocando que un pequeño gemido de sorpresa saliera inevitablemente de su garganta. Sus mejillas vuelven a tornarse incandescentes, atónito ante lo que ocurría. Ahora era él quien estaba paralizado, sintiendo como su escuálido cuerpo era rodeado por los brazos del de L. Sólo después de unos segundos, cierra herméticamente los ojos, correspondiendo a aquél beso que siempre había esperado. Abraza la espalda de su mentor, dejándose embargar por aquella deliciosa sensación.

Un ojo castaño observa la escena, quedando congelado ante aquello. Cierra el resquicio de la puerta por donde había espiado, recargándose en la pared. Sentía como un extraño sentimiento de abandono lo invadía. Sin embargo, al no hallar, o más bien, al negar el por qué se sentía así, decide abandonar aquél oscuro pasillo, dispuesto a bajar a la fiesta como si no hubiera visto nada. De alguna manera se sentía como un perdedor. Pero una vez más, se negaba a reconocer el por qué tenía ese concepto hacia su persona.

—Te quiero, L… —susurra el rubio, apenas rozando los labios del otro, al terminar con aquel profundo e intenso beso. Aún no quería separarse del detective; quería sentir su calor alrededor de su cuerpo.

Sin embargo, algo se comenzó a tejer en su cerebro al notar la situación. L lo había besado, más no le había dicho aún que lo quería. ¿Acaso sólo lo habría besado para darle gusto y después lo rechazaría como él había pedido? La sola idea le provocaba una punzada en su joven corazón, por lo que pronto vuelve a bajar la mirada, sintiéndose triste nuevamente.

— ¿Qué ocurre, Mello? —pregunta el detective suavemente, intentando ver el rostro del adolescente.

—No me quieres… ¿Verdad?... —susurra con una voz apenas audible.

— ¿Quién te ha dicho que no te quiero?

—No lo has dicho. Pero tampoco me has dicho lo contrario…

Los labios del detective se curvan de una forma casi infantil, intentando reprimir una risita.

—Mello, para ser un genio que anhela ser mi sucesor… eres muy tonto.

Mihael eleva la vista de golpe, topándose con la divertida y algo aniñada mirada de su maestro.

— ¿Q-qué dijiste?

—Una acción vale más que mil palabras, Mello. Y si estás dispuesto a soportar a semejante persona como pareja… realmente soy yo quien te está agradecido.

Finalmente se forma una sonrisa de verdadera felicidad en el rostro del alemán. Entendiendo el significado de aquellas palabras, se refugia entre los brazos de su mentor, que ahora también era su pareja. Quedándose así, e ignorando todo lo que pudiera pasar alrededor. La fiesta, los invitados, la bulla y la estrepitosa música filtrándose débilmente por aquellas paredes. Ahora nada más importaba para Mello. Nada más que su adorado detective.

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