sábado, 30 de octubre de 2010

Contacto


— ¡Warowaro, dame cuerda!

—Sí, princesa.

Siempre detrás de ella. Siempre cumpliendo sus deseos y caprichos. Imprudente o no, él hace siempre lo que ella pide.

— ¡Warowaro, cárgame!

Kikuri extiende sus pequeños brazos hacia Yamawaro, quien no tiene más opción que hacer lo que ella pide. La carga cuidadosamente, liberándola del triciclo. Una vez bien sujetada, el pequeño comienza a caminar sin rumbo alguno en el jardín de Ai Enma.

— ¿Y a dónde quiere que la lleve, princesa?

—A donde, a donde… —se lleva su mano empuñada a la boca, pensativa, mientras mira alrededor—. ¡Vayamos a ese árbol! —señala el gran roble, a pocos metros de distancia. Comienza a palmotear, provocando que casi cayera de los brazos del chico.

— ¡Tenga cuidado princesa, casi se lastima! —exclama, un poco recuperado del susto.

—Tranquilo —le muestra una infantil sonrisa—. Además, tú estás aquí para salvarme.

El asistente de Ai la sienta cuidadosamente en el pasto, y después él también se sienta al lado. Kikuri empieza a cantar una canción sin letra, tarareando de lo más divertida, mientras Yamawaro observa al frente, volteando por momentos para estar atento a la pequeña. De pronto, Kikuri deja de cantar, y fija su vista en Ichimoku Ren y Hone-Onna, quienes conversaban a lo lejos.

—Oye, Warowaro.

—Dígame, princesa.

— ¿Crees que la vieja y el ojo idiota parecen novios?

—Mhm… —observa a sus compañeros fijamente, reflexionando un momento—. Sólo un poco, pero es porque pasan mucho tiempo juntos. Es normal.

— ¡Entonces tú pareces mi novio, Warowaro! —canturrea señalándolo sin escrúpulo, antes de soltar estrepitosas y traviesas risas.

— ¿Ah? ¡No diga eso, por favor! —replica el chico, mostrando una cara algo sonrojada por el comentario.

— ¿Qué? ¿No te gustaría ser mi novio? —hace un puchero, mirándolo con reproche.

—N-no dije eso…

— ¡Eres muy malo, Warowaro! —comienza a hacer un berrinche, pataleando con fuerza.

—Por favor, cálmate, no quise decir eso... —busca con la mirada algún objeto que pudiera reanimar a su princesa, sin éxito.

Súbitamente, Kikuri deja de llorar, mirando a Yamawaro con enojo y decisión. Ella sabía que golpearlo era poco, así que decide un mejor castigo.

—Dime que me quieres y dame un beso. —sentencia, señalándolo acusadoramente.

— ¡¿Qué? —Esta vez no pudo evitar gritar por tal petición, sintiendo su cara realmente caliente— ¡No puedo hacer eso!

— ¡¿Por qué no? ¡Te lo ordeno!

— ¡No, me niego a hacerlo!

Kikuri se molesta aún más, gruñendo con rabia ante la desobediencia de su "sirviente". Pero pronto comienza a llorar, diciendo « ¡Warowaro no me quiere!». Yamawaro, sintiendo culpa, decide hacer acopio de todas sus fuerzas, para dar un rápido, pero suave, y muy tierno contacto de sus labios contra la mejilla de Kikuri. Segundos después, le murmura un débil y tembloroso «Te quiero.», muerto de vergüenza.

— ¿Y-ya estás contenta? —mira al suelo, aún con las mejillas fuertemente coloreadas.

La niña se entalla los ojos, y lo observa por varios segundos en silencio, antes de estallar en divertidas carcajadas. El chico la observa, confundido y avergonzado.

— ¿Qué es tan gracioso? —inquiere.

— ¡Te pusiste rojo! — responde divertida, palmoteando alegremente.

Yamawaro desvía la mirada, cohibido por su propia reacción. Sin embargo, una pequeña sonrisa surca por sus labios, contento por haber tenido un pequeño, pero agradable contacto con su querida princesa.

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