martes, 3 de agosto de 2010

Picture of Dorian Gray- Contrición


Para Basil Hallward, haber conocido en persona al excelso Dorian Gray era como ver toda la pureza e inocencia de la humanidad encarnada en una persona. Esa perfección, imagen tan bella que aún no había sido corrompida por los pecados tan bajos y repugnantes, inadmisibles para él: lujuria, soberbia, gula…

Porque todas esas tentaciones parecían ser superfluas para el sublime y victoriano joven Gray. Basil deseaba que la moral del muchacho estuviera siempre en el camino adecuado. Debía ser pulcro, para ser digno de estar en la posición social en la que se encontraba. Para poder ser su fuente de inspiración. Porque aquel mozo hacía nacer en él todo su potencial como pintor, logrando que toda su percepción de la belleza brotara en cada pincelada que plasmaba en un nuevo lienzo. Amplificó todo su talento, pasión y desempeño, creando el cuadro perfecto que reflejaba todo lo que observaba en el querido Dorian.

Y finalmente lo logró. Aquella magnífica pieza, digna de ser colocada en cualquier museo. Un retrato del mismo Dorian Gray. Completamente perfecto, que parecía emanar por cada parte del poroso tejido todas las virtudes que se encontraban en el modelo.

Por lo que lamentó desde lo más profundo de su corazón cuando Dorian Gray conoció a su ingenioso y sarcástico amigo Henry Wotton. Sabía que éste no tardaría en invadir la cabeza del rico joven con ideas acerca del enorgullecimiento de su vanidad, y sobre la insulsa doctrina del hedonismo, impuesta por los cirenaicos y epicúreos. Orillándolo a cometer pecados veniales y mortales, que difícilmente podrían ser enmendados, según su criterio.

Y en cuanto más veía Basil, más le causaba pesar. Presenciaba con impotencia cómo su decente e ingenuo amigo Gray se dejaba seducir por la falaz vida que Harry predicaba. Transformándolo en un ser ególatra e insensible, disfrutando el pecaminoso sabor de placeres como el alcohol y el libertinaje. Porque Dorian ni siquiera lamentó la pérdida de su querida Sibyl Vane, habiendo sido el primer amor de su vida.

El pintor sabía que tales acciones conllevan a podrir el alma; hacerla tan vil y horrible, siendo execrable para cualquiera. Arruinando hasta la mejor reputación del mundo, dejándola caer en desgracia y vergüenza.

Aunque claro, si hay contrición, todo puede llegar a tener la compasión del Señor. Y eso fue lo que Hallward intentó hacer al descubrir el secreto de su pintura, pintura que Dorian se había esmerado en ocultar al mundo después de un tiempo. Quería lograr que su buen amigo se diera cuenta de sus acciones, invitándolo a orar para que Dios escuchara sus súplicas, deseando de todo corazón que su modelo fuera iluminado con la esperanza y pudiera recibir el perdón que él creía que merecía.

Pero ese momento fue el que lo llevó a su sepulcro. Se condenó a sí mismo a morir al intentar salvar el ánima de Dorian, muriendo a sus manos, siendo apuñalado con tanta ira, con tanta rabia…

Y su único error fue el de preocuparse por la persona que había logrado cautivar su corazón de artista, por quien creía era la excepción de la inmundicia de la sociedad.

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